Dos monjes que regresaban a su templo llegaron a un arroyo donde encontraron a una hermosa mujer que no se atrevía a cruzarlo, temerosa porque el arroyo había crecido y la corriente era fuerte.
Uno de los
monjes, el mayor, casi sin detenerse, la alzó en sus brazos y la llevó hasta la
otra orilla.
La mujer le
agradeció, ya que su hijo estaba gravemente enfermo y ella necesitaba cruzar
ese arroyo para verlo, y los hombres siguieron su camino.
Después de
recorrer tres días el otro monje, el joven, sin poder contenerse más, exclamó:
"¿Cómo pudiste hacer eso, tomar una mujer en tus brazos ?. "Conoces bien
las reglas..." y otras cosas por el estilo.
Respondió el
monje cuestionado con una sonrisa : " Es posible que haya cometido alguna
falta, pero esa mujer necesitaba cruzar ese arroyo para ver a su hijo. Yo solo
crucé a la mujer y la dejé en la otra orilla. "¿Pero qué te pasa a ti, que ya pasaron tres días del episodio y aún la llevas a cuestas?".
Yo la dejé
del otro lado del arroyo.
Este relato me deja como reflexión lo que tantas y tantas veces observo en la vida cotidiana y me incluyo, los seres humanos tenemos como mejor amiga a la mente pero lo paradójico es que esa mejor amiga se puede convertir en nuestra peor enemiga, al estar masticando una y otra vez el mismo pensamiento. No nos damos cuenta que poco a poco nosotros NO somos los dueños de nuestros pensamientos, tal parece que el pensamiento se adueña de nosotros, nos obsesiona, nos volvemos su víctima, nos dejamos gobernar por ellos, nos volvemos sus esclavos, nos amarga la existencia.
En el momento que nos damos cuenta, que somos capaces de observarnos a nosotros mismos y decidimos desapegarnos y ser libres, es cuando nos volvemos el ser humano que piensa y no el pensamiento que nos piensa.
Existen muchas personas que viven con uno o una serie de pensamientos que les carcomen la energía, les quitan tiempo y ni cuenta se dan, no les permite disfrutar la vida, menos a la gente, van con la carga mental de pensamientos sin sentido o con quejas, reclamos, reproches que aumentan la amargura de su ser.
Una vez que platiqué este cuento a un paciente, me dijo que eso le pasaba, no podía dejar de pensar en cosas que efectivamente no le llevaban a nada y hasta dolor de cabeza le producían, pensaba que nunca mejoraría, que no tenía remedio, que toda su vida de más de 30 años, siendo así, le sería imposible cambiar, a tal grado estaban sus creencias que lo limitaban en muchos sentidos.
Todos tenemos el maravilloso don de pensar y lo grandioso es que nosotros controlemos y guiemos nuestros pensamientos y no que sea lo contrario.
Hay que aprender a estar y vivir el hoy con paz mental y emocional.
La invitación es a “darse cuenta de”, “aceptar que” y tomar la decisión de iniciar el proceso de cambio y evolución.
Este relato me deja como reflexión lo que tantas y tantas veces observo en la vida cotidiana y me incluyo, los seres humanos tenemos como mejor amiga a la mente pero lo paradójico es que esa mejor amiga se puede convertir en nuestra peor enemiga, al estar masticando una y otra vez el mismo pensamiento. No nos damos cuenta que poco a poco nosotros NO somos los dueños de nuestros pensamientos, tal parece que el pensamiento se adueña de nosotros, nos obsesiona, nos volvemos su víctima, nos dejamos gobernar por ellos, nos volvemos sus esclavos, nos amarga la existencia.
En el momento que nos damos cuenta, que somos capaces de observarnos a nosotros mismos y decidimos desapegarnos y ser libres, es cuando nos volvemos el ser humano que piensa y no el pensamiento que nos piensa.
Existen muchas personas que viven con uno o una serie de pensamientos que les carcomen la energía, les quitan tiempo y ni cuenta se dan, no les permite disfrutar la vida, menos a la gente, van con la carga mental de pensamientos sin sentido o con quejas, reclamos, reproches que aumentan la amargura de su ser.
Una vez que platiqué este cuento a un paciente, me dijo que eso le pasaba, no podía dejar de pensar en cosas que efectivamente no le llevaban a nada y hasta dolor de cabeza le producían, pensaba que nunca mejoraría, que no tenía remedio, que toda su vida de más de 30 años, siendo así, le sería imposible cambiar, a tal grado estaban sus creencias que lo limitaban en muchos sentidos.
Todos tenemos el maravilloso don de pensar y lo grandioso es que nosotros controlemos y guiemos nuestros pensamientos y no que sea lo contrario.
Al fin y al cabo cada quien hace de su mente un jardín o un estercolero.
Hay que aprender a estar y vivir el hoy con paz mental y emocional.
La invitación es a “darse cuenta de”, “aceptar que” y tomar la decisión de iniciar el proceso de cambio y evolución.